
Así, con su tibia verdad
tu cuerpo será, la bahía final
donde amarraré, mi corazón...
Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cuatro
y acabo la planilla y pienso diez minutos
y estiro las piernas como todas las tardes
y hago así con los hombros para aflojar la espalda
y me doblo los dedos y les saco mentiras.
Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cinco
y soy una manija que calcula intereses
o dos manos que saltan sobre cuarenta teclas
o un oído que escucha como ladra el teléfono
o un tipo que hace números y les saca verdades.
¿Cómo sabe Andrea que la poesía no tiene cuerpo,
no tiene corazón y
en su hálito de niña pasa o puede pasar
y habla de lo que siempre no habla?
En la boca cuaja el mundo y a la luz
de pasados que Andrea ignora para nunca,
su memoria es una casa nueva donde otros rostros vivirán
y otros atardeceres, otros llantos.
Mejor así. Todo lo que se hunde ahora, este tiempo que se disuelve,
serán para ella páginas amarillentas olvidables.
Un día sabrá que existieron como ella misma,
entre lo imaginado y lo real.
¡Ah, vida, qué mañana cuando termines de escribir!